domingo, 12 de mayo de 2013

Zapata. El Héroe me da sueño.


Ya tuve la oportunidad de ver esa joya del humor involuntario llamada “Zapata, el sueño del héroe”. Aquí el revolucionario es una mezcla de Jesucristo, Indiana Jones, Pedro Infante, Robin Hood y otros más. Resulta que según Alfonso Arau, Emiliano Zapata es casi casi la reencarnación de Cuauhtemoc (ese mismo al que le tatemaron las patas), quien de acuerdo a las profecías aztecas nació para liberar a su pueblo; todo esto lo dice una vieja mamerta dizque indígena. Y luego criticamos a los gringos por la forma en que nos representan, pinche Arau.

La mescolanza de héroes inicia cuando unos federales llegan a enchinchar al papá de Zapata para quitarle sus tierras, y el pequeño Emiliano hace el juramento de que cuando crezca les  va a voltear la tortilla. Da la enorme casualidad de que, al malosillo Victoriano Huerta se lo encontrará años más tarde .Sí igualito que Batman y el Guasón en la versión de Tim Burton. Ah, pero he olvidado algunos detalles, Zapata no es otro que Alejandro Fernández, y su carnal Eufemio es nada menos y nada más que Jaime Camil, quien no sólo intenta actuar sino que produce la película. De milagro no contrataron a Andrés García para interpretar a Don Porfirio. Para acabarla de amolar, también sale Lucerito ¿Le sabrán algo a Zapata o nomás hablaran al tanteo? Y es que insisten en que era un galanazo que traía a sus pies a las damas de la socialité mexicana. De hecho, en este bodrio poco le falta para ser un Deus. 

Zapata, metido en un principio de federal, se liga a Lucerito y de paso le dice a Huerta que a él de chaval le tocó ver cómo le ponían de cates a su padre, supongo que Arau creyó que alguien se iba a estremecer con esta escena ¡Uy qué emoción, lo va a reconocer! Ajá, ¿Y su nieve de qué la quiere? Zapata que es coquetón, nomás le prende el boiler a la ex señora de Mijares, porque a él quien de veras le mueve el tapate o el petate, es una indita de su pueblo. Sin embargo, mientras le está cantando (sí, también canta) de la nada le sale la vieja mamerta que insiste que él es un elegido de los dioses. La mentada bruja le pide que ya no le haga al cuento y que inicie su entrenamiento de caballero Jedi.

Ya luego vienen una serie de escenas de balazos bastante chafaldranas donde los federales van cayendo como fichas de dominó. Los inditos bonitos se pelean con los militares feos.  Zapata y Eufemio con su afeitada perfecta Gillete Sensor que envidiaría Rafa Márquez, se avientan unos diálogos que no maaaaaa…s lo dejan a uno pensando si en verdad no había mejores actores de cine que el potrillo y el millonetas, o ya de perdida menos maletas (verso sin esfuerzo).

En uno de esos enfrentamientos, Zapata es capturado y al igual que a Cuauhtemoc le achicharran los patines pero gracias a unas “puchachas” su carnalillo lo salva. De pena ajena la mediocre secuencia de acción pero… ¡Epale! ¿No qué las prostitutas ayudaban al Tigre de Santa Julia? Entre tanta revoltura, ya me confundí.

La vieja (que me mata de risa cuando se avienta sus bailecitos) le cura las ampollas y le avienta el choro sentimentaloide de que el progreso es enemigo de los indígenas. Para mí, que también le daba toloache pero ni así le hacía caso el hombre. De hecho,  se le va vivito y coleando directo a los brazos de su amada. Bien machin se casa por las tres leyes: la de Dios, la del hombre y la de Heródes. 

El caso es que, Arau convierte al personaje histórico en un mamarracho de historieta barata. Como divertimento está pasable para el cotorreo. Como documento histórico está peor que los libros de la SEP.

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